En medio de un ajuste económico feroz que afecta a 24 millones de personas, las señales de austeridad parecen estar ausentes en las decisiones de algunos de nuestros representantes políticos.
Javier Milei ha iniciado una espiral de incrementos salariales que no ha pasado desapercibida.
Milei comenzó aumentando el sueldo de su vocero, Manuel Adorni y de la secretaria general de la Presidencia, su hermana Karina Milei, entre otros.
Esta acción, lejos de ser un acto aislado, marca una tendencia preocupante en un contexto económico delicado donde el poder adquisitivo de jubilados, trabajadores y beneficiarios de planes asistenciales se ve cada vez más reducido.
Pero la señal más reciente y quizás más impactante vino del Senado, donde sus miembros votaron a favor de aumentarse las dietas.
Esta decisión ha generado un enojo palpable en el Ejecutivo, pero no puede ocultar el hecho de que fue Milei quien inició esta espiral de incrementos.
En un país donde el Ejecutivo lleva adelante el mayor ajuste ortodoxo neoliberal del mundo, según las propias palabras de Milei, sería esperable que se diera el ejemplo de austeridad.
Sin embargo, las acciones recientes, como la compra de aviones de guerra sin hipótesis de conflicto y en un contexto en el que se recortan ferozmente fondos para las universidades públicas, cuestionan esta supuesta austeridad.
La base electoral de Milei intenta convencerse a sí misma de que la culpa recae en la «casta» política tradicional.
Sin embargo, la dura realidad económica podría poner en jaque esta narrativa. Si las señales de austeridad siguen siendo ignoradas, Milei podría encontrarse en una posición de debilidad política sin precedentes, con todos los riesgos que ello implica para el país.
Es hora de reflexionar sobre las decisiones que están tomando nuestros representantes y exigir coherencia y responsabilidad en tiempos de crisis.
La austeridad no es solo una necesidad económica, sino también un principio ético que todos deben respetar.
