La historia es un recordatorio implacable de los errores cometidos para que no se repitan.
La última dictadura militar en Argentina, conocida como el Proceso de Reorganización Nacional, dejó cicatrices indelebles en la sociedad, marcadas por la represión brutal, la violación de los derechos humanos y la desaparición forzada de miles de personas. Pero más allá de la represión política, un legado más sutil pero igualmente pernicioso persiste en la actualidad: el legado económico.
El plan económico diseñado por José Alfredo Martínez de Hoz durante la dictadura militar tuvo un impacto devastador en la sociedad argentina.
El congelamiento de salarios, la eliminación de controles de precios y la devaluación preanunciada mediante la infame «tablita» fueron solo algunas de las medidas que contribuyeron a una concentración de poder económico en manos de unos pocos, mientras que la mayoría enfrentaba el desempleo y la pobreza creciente.
El objetivo declarado era impulsar el crecimiento industrial y agropecuario, pero en realidad, estas políticas favorecían a los intereses de un sector privilegiado, sacrificando el bienestar de la población en general.
La clase media, seducida por las altas tasas de interés y el dólar barato, se sumergió en un espejismo de prosperidad mientras la desigualdad se profundizaba.
Es alarmante observar cómo esta matriz económica, que tanto dolor causó en el pasado, resurge en la democracia actual.
Primero, durante el gobierno de Mauricio Macri, vimos un retorno a políticas neoliberales que beneficiaban a los sectores más poderosos en detrimento de la mayoría.
Ahora, con la irrupción de figuras como Javier Milei, presenciamos una radicalización de estas ideas, promoviendo una versión aún más salvaje de la miseria planificada del pueblo.
Es imperativo que la sociedad argentina esté alerta ante este resurgimiento de políticas económicas que ya han demostrado su fracaso en el pasado.
No podemos permitir que la historia se repita, que se vuelva a sacrificar el bienestar de la mayoría en aras de los intereses de unos pocos.
Es momento de reflexionar sobre nuestro pasado, aprender de nuestros errores y construir una nueva narrativa económica que priorice la equidad, la justicia social y el bienestar de todos los argentinos.
La memoria histórica nos enseña que el precio de olvidar es demasiado alto.