En los últimos años, la postura de Estados Unidos respecto a su rol en el fútbol mundial ha dejado en evidencia una preocupante hipocresía, especialmente cuando sus intereses económicos se ven afectados.
Este doble estándar ha sido resaltado recientemente por el director técnico de la selección de Uruguay, Marcelo Bielsa, quien apuntó a las maniobras estadounidenses en el escándalo del FIFA Gate como un claro ejemplo de cómo el país utiliza su poder judicial para moldear la estructura de poder del fútbol internacional a su conveniencia.
El FIFA Gate estalló tras la pérdida de Estados Unidos de la sede del Mundial, junto con el lucrativo negocio que esto representaba.
Fue entonces cuando el Departamento de Justicia intensificó una investigación que había comenzado en 2010, poco antes de la votación para las sedes de los Mundiales.
La derrota en la candidatura fue el catalizador para que Estados Unidos pusiera bajo la mira a los dirigentes de la FIFA, resultando en una serie de arrestos y cambios significativos en la estructura de la organización.
No es casualidad que, tras el escándalo, empresas estadounidenses obtuvieran derechos de televisión de importantes torneos internacionales, incluyendo el fútbol argentino.
Además, fondos de inversión de EE.UU. adquirieron participaciones significativas en clubes europeos de gran relevancia.
En esencia, el FIFA Gate permitió a Estados Unidos asumir un papel más activo y dominante en el fútbol mundial, un área donde previamente tenía una influencia limitada.
Marcelo Bielsa ha sido una voz crítica sobre este tema, destacando cómo Estados Unidos, en su rol de organizador de la Copa América, ha mostrado una flagrante hipocresía.
Durante una conferencia de prensa previa al partido por el tercer puesto contra Canadá, Bielsa se refirió a la falta de protección a los jugadores y a la presión ejercida sobre los directivos de cada país, obligándolos a someterse y callar sobre las fallas organizativas bajo amenaza de represalias.
«Los jugadores reaccionaron como lo hubiera hecho cualquier ser humano», señaló Bielsa, en referencia a las escenas violentas tras el partido entre Uruguay y Colombia. «Si ve que están agrediendo a su mujer, a su madre, a un bebé, ¿cuál va a ser su reacción? ¡Y me pregunta si van a sancionar a los jugadores! Pero por favor», expresó con vehemencia.
También criticó al periodismo por actuar de manera cómplice, ignorando las fallas organizativas y las injusticias en lugar de denunciarlas.
Bielsa no se detuvo ahí. Subrayó las mentiras sobre el estado de los campos de juego, refiriéndose a conferencias donde se afirmaba que las canchas estaban en perfectas condiciones, a pesar de las pruebas fotográficas que mostraban lo contrario.
Criticó duramente la gestión de los campos de entrenamiento y el trato desigual hacia equipos de menor prestigio, como Bolivia, cuya selección ni siquiera pudo entrenar adecuadamente debido a las pésimas condiciones.
La declaración más contundente de Bielsa fue sobre el papel de Estados Unidos en el FIFA Gate: «Estados Unidos, cuando sintió que sus intereses estaban siendo atacados, creó el FIFA Gate con el FBI. Hicieron lo que hicieron, pero era por sus intereses. Ahora les echan la culpa a los jugadores».
Esta afirmación subraya cómo Estados Unidos ha utilizado su influencia para remodelar el panorama del fútbol mundial, priorizando sus propios intereses económicos y estratégicos.
En conclusión, la postura de Estados Unidos en el mundo del fútbol revela una profunda hipocresía imperialista. Mientras se presenta como un defensor de la justicia y la transparencia, sus acciones demuestran que sus verdaderos motivos están arraigados en la protección y expansión de sus propios intereses.
El análisis de Marcelo Bielsa no solo expone estas contradicciones, sino que también llama a la reflexión sobre el impacto de tales prácticas en el deporte que millones de personas alrededor del mundo aman y siguen apasionadamente.