Situación económica y social
Los electores le cobraron al oficialismo diez años de recesión económica y sus terribles consecuencias sociales. Hace tiempo que millones de compatriotas están sumergidos en la pobreza y eso influyó claramente en las urnas.
Para peor, en estos últimos dos años la alta inflación le complicó aún más la situación a los laburantes y a sus familias. En la Argentina actual se puede ser pobre teniendo título universitario y trabajo en blanco. El 50% de trabajadores informales la están pasando realmente muy mal.
A cuatro décadas de la apertura democrática, lamentablemente, tenemos que reconocer que no se come, ni se viste, ni se educa dignamente a la mitad del país.
Las urnas dieron cuenta de eso. Los argentinos patearon el tablero de lo “políticamente correcto”.
Desde la muerte de Néstor Kirchner el justicialismo no encuentra una brújula política para organizar el movimiento. Sufrimos derrotas nacionales en 2013, 2015, 2017, 2021 y 2023.
Recientemente vimos caer derrotados a los gobernadores justicialistas de San Juan, San Luis, Chubut, Santa Cruz, Santa Fe, Chaco y Entre Ríos. Una catástrofe electoral sin precedentes.
En estos cuatro años el justicialismo nacional no existió y, pese a que teníamos para organizarlo, el Poder Ejecutivo y varios gobernadores, intendentes, sindicatos, pensadores y organizaciones libres.
En su lugar, solamente algunas parcialidades dirigenciales intentaron construir tropa propia para “pasar el invierno”. Lo hicieron desde el sectarismo de la política. También lo practicaron desde el Estado, cuestión reprochable e injustificable.
Mientras fracasaba el colectivo justicialista, algunos grupos se dedicaron a acumular poder de cara al 2027.
Institucional y políticamente el triunvirato de gobierno no funcionó y las disputas entre los sectores de CFK, de Alberto y de Massa derivaron en un mal gobierno de infructuosas internas.
Durante los últimos meses el presidente y la vicepresidenta se corrieron y acentuaron un clima de debilidad gubernamental y dieron una imagen de desgobierno desconocida para la tradición justicialista iniciada en 1983.
En este marco, no fue buena la gestión de varias dependencias públicas. Hicimos campaña defendiendo el Estado cuando lo gestionamos mal. La gente le cobró al oficialismo los problemas de la educación, de la salud y de la seguridad pública que arrastran décadas.
Parte de la clase media oficialista que defendió el sistema público en campaña, lo hizo dogmáticamente desde los valores y no con una vocación realista de cambio. Hace tiempo que los sectores medios mandan a sus hijos a la escuela privada y se atienden con salud prepaga y obras sociales. Varios viven en barrios cerrados y dicen que la inseguridad es un invento de la derecha.
Además de impugnar a Milei, hacía falta una propuesta realista para transformar los serios problemas que existen en el Estado.
Aunque las propuestas puedan empeorar la situación, la oposición fue más clara en su discurso reconociendo los inconvenientes estructurales que existen en educación, salud y seguridad. Parte del electorado consideró al postulado del oficialismo como mero relato y no como un planteo realista de lo que había que hacer.