* Raúl Ayala
La Revolución de Mayo de 1810, hito fundacional en la historia argentina, marcó el inicio de un largo camino hacia la independencia y la construcción de una nación libre y soberana.
Este momento emblemático, caracterizado por el deseo de libertad y autodeterminación, contrasta tristemente con la situación actual del país, donde las discusiones políticas parecen ancladas en un pasado retrógrado y las decisiones gubernamentales conducen a una creciente pobreza y desigualdad.
Hoy, la Presidencia de Argentina está en manos de una figura que parece una caricatura, empeñada en promover políticas que han llevado a más de 60 millones de personas a la pobreza en nombre de una mal entendida «libertad». Esta situación exige una profunda reflexión sobre el significado de la libertad y la pobreza, y cómo estos conceptos están interrelacionados de manera indisoluble.
La pobreza, como han argumentado numerosos filósofos a lo largo de la historia, es un obstáculo significativo para la libertad.
Aristóteles, Baruch Spinoza y John Locke, cada uno desde su perspectiva, coinciden en que la pobreza no es solo una cuestión económica, sino un estado que afecta profundamente la autonomía y la libertad de las personas.
Aristóteles vinculaba la pobreza con la esclavitud, Spinoza con la servidumbre e impotencia, y Locke con la falta de propiedad, que limita la libertad personal. La pobreza, entonces, impide que las personas ejerzan plenamente sus derechos y participen activamente en la sociedad, restringiendo así su capacidad para ser verdaderamente libres.
En tiempos más recientes, la filósofa española Adela Cortina, en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre”, argumenta que no puede haber libertad ni felicidad sin compasión. Cortina subraya que la pobreza representa un desafío fundamental para la democracia, ya que sin una base económica que permita una vida digna, las personas no pueden ser libres.
De manera similar, Amartya Sen, economista y filósofo indio, ha desarrollado el concepto de “capacidades” para evaluar el bienestar humano. Sen sostiene que la pobreza debe entenderse como una privación de capacidades básicas, lo que incluye la libertad de llevar el tipo de vida que uno valora.
La pobreza, al restringir las oportunidades y opciones de las personas, limita su libertad individual.
La situación actual en Argentina también requiere recordar las ideas de Manuel Belgrano, uno de los próceres de la patria y figura destacada en la historia del país. Antes de la Revolución de Mayo, Belgrano abogó por la industrialización y el desarrollo económico, comprendiendo que fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio eran esenciales para la prosperidad y autonomía de la nación.
En sus escritos, Belgrano destacó la importancia de la interconexión entre estos sectores y propuso medidas concretas para impulsar el desarrollo económico del país.
En una memoria fechada en 1796, dirigida a las autoridades coloniales, Belgrano escribió:
“Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio son los tres importantes objetos que deben ocupar la atención y el cuidado de las autoridades.”
Aquí, Belgrano resalta la interconexión entre la agricultura, la industria y el comercio. Su visión pionera consideraba que estas actividades debían trabajar juntas para agregar valor y generar riqueza.
Además, Belgrano propuso el cultivo del lino y del cáñamo, esenciales en esa época, para su exportación. Reconoció la necesidad de tener un muelle en el puerto de Buenos Aires para facilitar el comercio y la navegación.
Como General en Jefe de Ejércitos, Belgrano también se preocupó por la economía, la agricultura y la ganadería en las áreas donde sus tropas acampaban. Su compromiso con el desarrollo económico y la autonomía del país fue evidente a lo largo de su vida.
Hoy, la visión de Belgrano parece más relevante que nunca, en un contexto donde la primarización de la economía y la desindustrialización amenazan con retroceder los avances logrados.
La insistencia en políticas que no fomentan la diversificación económica ni la industrialización perpetúa un ciclo de dependencia y pobreza, contrario a los ideales de progreso y libertad que inspiraron la Revolución de Mayo.
La Argentina de hoy necesita urgentemente retomar el espíritu de la Revolución de Mayo, buscando no solo la independencia política sino también la económica y social.
Este camino implica reconocer que la verdadera libertad no puede existir en un contexto de pobreza y desigualdad. Es necesario replantear las políticas actuales, aprender de las enseñanzas de los grandes pensadores y próceres de nuestra historia, y trabajar hacia un futuro donde todos los argentinos puedan disfrutar de una vida digna y verdaderamente libre.