ENSAYO «El motor de la historia: el deseo – Parte II» – Por Raúl Ayala

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Introducción

A lo largo de la historia, diversas teorías han intentado explicar las fuerzas motrices detrás del cambio social y el progreso humano.
En este ensayo continuaré explorando la idea respecto a que el deseo, entendido como una fuerza fundamental y arraigada en la naturaleza humana, puede ser visto como el verdadero motor de la historia.
Este análisis integrará perspectivas de Adam Smith, Sigmund Freud, Max Weber, la Escuela Austriaca y el anarcoliberalismo, examinando cómo el deseo impulsa tanto las mayores realizaciones humanas como las más profundas decadencias.

El deseo en la teoría económica de Adam Smith

Adam Smith, considerado el fundador intelectual del capitalismo, escribió sobre la «mano invisible del mercado». Según él, los deseos individuales de obtener ganancias y satisfacer necesidades personales se traducen en una búsqueda de beneficio que, paradójicamente, beneficia a toda la sociedad. En su obra «La riqueza de las naciones», Smith postulaba que el fundamento de la acción moral no se encuentra en normas o ideas nacionales, sino en sentimientos. La primera tendencia del ser humano, según Smith, es el amor hacia sí mismo.

Smith argumentaba que el deseo individual de mejorar la propia condición lleva a la división del trabajo y al intercambio comercial, lo que, en última instancia, mejora el bienestar general. Este deseo, canalizado a través de las instituciones del mercado, permite la creación de riqueza y el progreso económico. La mano invisible es una metáfora de cómo las acciones egoístas de los individuos pueden resultar en beneficios sociales no intencionados, impulsando la economía y fomentando la innovación.

Freud y la dimensión irracional del deseo

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, introdujo una comprensión profunda del deseo desde una perspectiva psicológica. Para Freud, el deseo está íntimamente ligado al inconsciente y los instintos más primitivos del ser humano. En su teoría, el deseo se manifiesta a través de impulsos que buscan satisfacción inmediata, lo cual puede estar en conflicto con las normas sociales y las restricciones de la realidad.
Freud postuló que estos impulsos irracionales pueden ser sublimados, es decir, canalizados hacia actividades socialmente aceptadas y constructivas, como la creación artística, la ciencia o la filosofía. Esta sublimación permite que el deseo irracional se transforme en fuerzas positivas que contribuyen al progreso humano.

Max Weber y la racionalización del deseo

Max Weber, sociólogo y filósofo alemán, ofreció una perspectiva sobre cómo el deseo se racionaliza en el contexto de la modernidad. Weber introdujo el concepto de «ética protestante» y su relación con el espíritu del capitalismo. Según Weber, el deseo de éxito y acumulación de riqueza se ve moralmente justificado y racionalizado a través de una ética del trabajo y la disciplina.
Weber argumentaba que el deseo de éxito económico no es simplemente una búsqueda irracional de riqueza, sino que está imbuido de valores culturales y religiosos que lo legitiman y lo orientan hacia fines productivos. Esta racionalización del deseo contribuye al desarrollo de una economía capitalista eficiente y orientada al progreso.

La perspectiva radicalizada del capitalismo: Escuela Austriaca y anarcoliberalismo

Escuela Austriaca

La Escuela Austriaca de economía, con figuras prominentes como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, ofrece una visión radicalizada del capitalismo que enfatiza la importancia de la libertad individual y el mercado libre sin intervención estatal. Para los austriacos, el deseo individual es un componente esencial de la acción humana y el motor de la economía.

Von Mises argumentaba que todas las acciones humanas están motivadas por el deseo de mejorar la situación personal, y que el libre mercado es el mejor mecanismo para coordinar estos deseos individuales. Hayek, por su parte, defendía que la competencia en el mercado libre permite la mejor asignación de recursos, ya que los individuos, actuando según sus deseos y conocimientos locales, generan un orden espontáneo que supera cualquier planificación centralizada.

Anarcoliberalismo

El anarcoliberalismo lleva estas ideas aún más lejos, abogando por la eliminación completa del Estado y la total libertad de mercado. Autores como Murray Rothbard y David Friedman sostienen que el deseo individual y la propiedad privada son fundamentales para la libertad y la prosperidad humanas. Para los anarcoliberales, cualquier forma de intervención estatal es vista como una coerción que impide la realización plena de los deseos individuales.
Rothbard, en particular, argumenta que el capitalismo laissez-faire, donde el mercado opera sin ninguna regulación gubernamental, es el sistema más moral y eficiente para satisfacer los deseos humanos. Según esta perspectiva, la libertad individual y el deseo de mejorar la propia condición son las fuerzas que impulsan el progreso económico y social.

El impacto del deseo en la historia

El deseo ha sido una fuerza motriz en la historia, manifestándose en diferentes formas y contextos. Desde la construcción de las pirámides de Egipto hasta la carrera espacial del siglo XX, el deseo de dejar un legado, de explorar lo desconocido y de superar límites ha llevado a la humanidad a lograr hazañas extraordinarias. Sin embargo, este mismo deseo puede también llevar a la decadencia, como se observa en la creciente brecha entre ricos y pobres, donde el deseo de acumulación de riqueza y poder perpetúa la desigualdad y la injusticia social.

Grandes obras y decadencias en la era global

La dualidad del deseo se puede observar en cómo ha producido tanto grandes obras como decadencias significativas en la era del capitalismo global. Por un lado, la innovación tecnológica, el acceso a bienes y servicios y el crecimiento económico en muchos países son testamentos del poder del deseo humano de trascender y crear. Por otro lado, el deseo desmedido de poder y riqueza ha llevado a una creciente brecha entre ricos y pobres, explotación laboral y una crisis ambiental sin precedentes.
El deseo de acumulación de riqueza ha resultado en una concentración de poder en manos de una élite económica, exacerbando la desigualdad social y económica a niveles históricos. La fase actual del capitalismo globalizado ha generado la mayor desigualdad social que se haya visto en la historia, perpetuando un ciclo de pobreza y exclusión que contradice los principios de equidad y justicia social.

Conclusión

El deseo, en sus múltiples manifestaciones, ha sido tanto una fuente de creación y progreso como de conflicto y decadencia. Reconocer el deseo como motor de la historia nos permite una visión más amplia y matizada de las motivaciones humanas y las transformaciones sociales, abarcando tanto lo racional como lo irracional, lo cotidiano y lo trascendental.
En última instancia, el deseo es una fuerza fundamental en nuestra existencia, una energía que, bien canalizada, puede conducir a las más grandes realizaciones, pero que también, si se deja descontrolada, puede resultar en las más profundas decadencias. El desafío contemporáneo es encontrar formas de equilibrar el deseo individual con el bienestar colectivo, asegurando que el progreso económico no perpetúe la desigualdad y la injusticia social.

Referencias

1. Smith, A. (1776). La riqueza de las naciones.
2. Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños.
3. Weber, M. (1905). La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
4. Nietzsche, F. (1886). Más allá del bien y del mal.
5. Sartre, J.-P. (1943). El ser y la nada.
6. Mises, L. von (1949). La acción humana.
7. Hayek, F. A. (1944). Camino de servidumbre.
8. Rothbard, M. (1962). El hombre, la economía y el Estado.
9. Friedman, D. (1973). The Machinery of Freedom.

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