ENSAYO «El deseo como motor de la historia: una contraposición a la lucha de clases de Marx» – Por Raúl Ayala

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La concepción marxista de la historia se basa en la idea de que la lucha de clases es el motor principal del cambio histórico. Karl Marx argumenta que la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases, donde opresores y oprimidos han estado en constante antagonismo. Sin embargo, en este ensayo, propondré que el deseo, entendido como una fuerza más fundamental y arraigada en la naturaleza humana, puede ser visto como el verdadero motor de la historia, capaz de engendrar tanto las mayores realizaciones humanas como las más profundas decadencias.

La lucha de clases en la teoría marxista

Para Marx, el desarrollo histórico está marcado por conflictos entre diferentes clases sociales, que emergen de las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista. En su obra «El Manifiesto Comunista», Marx y Engels afirman: «La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases» . Esta visión dialéctica implica que las relaciones de producción, las estructuras económicas y las ideologías se transforman a través de estos conflictos, llevando eventualmente a la superación del capitalismo y la instauración del comunismo.

El deseo: una perspectiva antropológica y filosófica

Contrastando con la lucha de clases, el deseo puede ser entendido como una tendencia inherente a los seres humanos hacia la realización de ciertos objetivos o la obtención de objetos considerados valiosos. Desde una perspectiva antropológica, el deseo se define como «una tendencia consciente hacia un objeto previamente conocido como bueno» . Esto implica que el deseo es tanto un impulso irracional como una expresión de la inquietud permanente del alma humana.

La dimensión irracional del deseo

El deseo, en su aspecto irracional, refleja los impulsos y tendencias que a menudo deben ser dominados por la racionalidad. Esta dualidad está presente en las teorías freudianas, donde el deseo se vincula con el inconsciente y los instintos más primitivos del ser humano. Sin embargo, también se reconoce que estos impulsos irracionales pueden ser sublidados y canalizados hacia fines creativos y constructivos.

El deseo como fuente de realización y creatividad

Filosóficamente, el deseo es visto como una condición fundamental para la realización humana. En la tradición epicúrea, se postula que el deseo es esencial para alcanzar la sabiduría y el conocimiento. Epicuro mismo defendía que la búsqueda del placer (entendido como la ausencia de dolor) es la base para una vida feliz y sabia . Además, el deseo puede exaltar valores supremos cuando se combina con las facultades superiores de la mente, permitiendo la creación de obras de arte, avances científicos y filosóficos trascendentales.

El impacto del deseo en la historia

El deseo ha sido una fuerza motriz en la historia, manifestándose en diferentes formas y contextos. Desde la construcción de las pirámides de Egipto hasta la carrera espacial del siglo XX, el deseo de dejar un legado, de explorar lo desconocido y de superar límites ha llevado a la humanidad a lograr hazañas extraordinarias. Sin embargo, este mismo deseo puede también llevar a la decadencia, como se observa en la creciente brecha entre ricos y pobres, donde el deseo de acumulación de riqueza y poder perpetúa la desigualdad y la injusticia social.

Grandes obras y decadencias

La dualidad del deseo se puede observar en cómo ha producido tanto grandes obras como decadencias significativas. Las catedrales góticas de Europa, los avances tecnológicos de la Revolución Industrial y la exploración del espacio son testamentos del poder del deseo humano de trascender y crear. Pero también, el deseo desmedido de poder y riqueza ha llevado a guerras devastadoras, explotación laboral y una creciente desigualdad económica. El capitalismo, en este sentido, no sólo perpetúa la lucha de clases, sino que se alimenta del deseo humano de más, de un consumo sin fin y de una competencia constante.

Conclusión

Mientras que la teoría marxista de la lucha de clases ofrece una comprensión poderosa de las dinámicas históricas, el deseo puede ser visto como una fuerza más profunda y universal que impulsa la historia humana. El deseo, en sus múltiples manifestaciones, ha sido tanto una fuente de creación y progreso como de conflicto y decadencia. Reconocer el deseo como motor de la historia nos permite una visión más amplia y matizada de las motivaciones humanas y las transformaciones sociales, abarcando tanto lo racional como lo irracional, lo cotidiano y lo trascendental.

En última instancia, el deseo es una fuerza fundamental en nuestra existencia, una energía que, bien canalizada, puede conducir a las más grandes realizaciones, pero que también, si se deja descontrolada, puede resultar en las más profundas decadencias.

 

Referencias

1. Marx, K., & Engels, F. (1848). El Manifiesto Comunista.
2. Gehlen, A. (1988). El Hombre en la Era de la Técnica.
3. Epicuro. (341-270 a.C.). Cartas a Meneceo.

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