En estos tiempos de crisis económica, la tentación de recurrir a soluciones radicales puede parecer inevitable. Sin embargo, cuando esas soluciones se basan en ideas vetustas y deshumanizantes, debemos detenernos y reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando.
Tal es el caso del darwinismo social, una doctrina que, nacida en el siglo XIX bajo la sombra de Herbert Spencer, encuentra hoy un eco preocupante en las políticas propuestas por Javier Milei en Argentina.
Herbert Spencer y el origen del darwinismo social
Herbert Spencer, un filósofo británico del siglo XIX, fue uno de los primeros en aplicar las ideas de la selección natural a las sociedades humanas. Su teoría del darwinismo social proponía que, al igual que en la naturaleza, solo los más fuertes y adaptados debían sobrevivir en la arena social y económica.
En «El hombre contra el Estado», Spencer creía que cualquier intervención estatal que intentara proteger a los más débiles iba en contra de este «orden natural» y, por tanto, debía ser rechazada.
Esta visión, aunque disfrazada de un supuesto progreso, no era más que una justificación para la desigualdad y la opresión. En un mundo regido por el laissez-faire extremo, la supervivencia del más fuerte se traduce en la explotación de los más vulnerables y la concentración de poder y riqueza en manos de unos pocos.
La Escuela Austriaca: Una herencia contaminada
Las ideas de Spencer influyeron, aunque indirectamente, en la formación de la Escuela Austriaca de economía, que surgió a finales del siglo XIX. Esta corriente, encabezada por economistas como Carl Menger, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, defendía un liberalismo extremo, donde el mercado se convertía en el árbitro absoluto de las relaciones sociales. Aunque la Escuela Austriaca no abrazó el darwinismo social de forma explícita, su rechazo al intervencionismo estatal y su énfasis en el individualismo resonaban con los postulados de Spencer.
El problema radica en que, al eliminar cualquier responsabilidad del Estado en la protección de los más débiles, se abre la puerta a un sistema en el que la desigualdad se perpetúa y agrava. Esto no es solo teoría económica; es una realidad tangible que afecta a millones de personas en la base de la pirámide social.
El mileísmo: recesión y desigualdad como política de Estado
Javier Milei, un político que ha capturado la atención de muchos en Argentina, parece decidido a imponer una versión extrema de estas ideas. En su afán por reducir el déficit y combatir la inflación, Milei ha propuesto medidas que, lejos de solucionar los problemas de fondo, condenan a la mayoría de la población a una recesión brutal. La eliminación de subsidios, el recorte del gasto público y la desregulación extrema solo servirán para profundizar la crisis económica y social.
Lo más preocupante es que estas políticas benefician únicamente a aquellos que ya se encuentran en la cúspide de la pirámide social. Bajo el pretexto de «liberar» la economía, Milei está implementando un modelo en el que solo los más fuertes sobrevivirán, dejando al resto a su suerte. Es el darwinismo social en su forma más cruda y peligrosa.
El Camino del crecimiento productivo y la protección social
La historia reciente de otros países nos muestra que hay alternativas viables y más humanas para salir de una crisis económica. Países que enfrentaron situaciones incluso peores que la actual en Argentina lograron revertir la tendencia mediante políticas de crecimiento productivo, inversión en ciencia y tecnología, y fortalecimiento de la protección social.
Israel, por ejemplo, logró reducir su déficit y controlar la inflación impulsando la innovación tecnológica y fortaleciendo su economía productiva. México y Colombia también han demostrado que es posible mantener el equilibrio fiscal sin sacrificar la cohesión social.
Argentina no necesita volver a las ideas de Spencer ni a las teorías extremas de la Escuela Austriaca para encontrar una solución a sus problemas. Lo que el país necesita es un enfoque que privilegie el crecimiento inclusivo, que proteja a los más vulnerables y que invierta en el futuro a través de la ciencia, la educación y la infraestructura.
Conclusión
El regreso del darwinismo social en la política argentina es un paso peligroso hacia la consolidación de una sociedad profundamente desigual. Es hora de rechazar estas ideas anticuadas y deshumanizantes, y de abogar por un modelo que realmente funcione para todos, no solo para los más fuertes. Javier Milei, con su retórica incendiaria y sus políticas regresivas, no es la solución que Argentina necesita. Es momento de mirar hacia adelante, no hacia atrás, y de construir un futuro basado en la justicia social y el crecimiento sostenible.