* Raúl Ayala
A ocho meses del inicio del gobierno de Javier Milei, las consecuencias sociales de su plan de shock económico se hacen cada vez más evidentes.
La celebración del Día de San Cayetano este 7 de agosto, patrono del pan y del trabajo, adquiere un significado especial en un contexto de creciente desempleo y empobrecimiento.
Los datos son alarmantes: el desempleo aumentó del 5.7% al 7.7% en el primer trimestre de 2024, con una pérdida de 400.000 puestos de trabajo desde que Milei asumió la presidencia.
La pobreza se ha disparado del 49.5% en diciembre de 2023 al 55% en el primer trimestre de 2024, afectando a casi 25 millones de argentinos.
Además, la indigencia ha alcanzado el 20.3% de la población.
El apoyo inicial a Milei se está erosionando rápidamente, con su imagen negativa superando ya a la positiva, un fenómeno que a gobiernos anteriores les tomó más tiempo experimentar.
El 50.8% de los argentinos ahora responsabiliza a Milei por la mala situación económica, invirtiendo la tendencia que culpaba al gobierno anterior.
Una reciente publicación de Clarín nos presenta un panorama desolador sobre la situación económica de Argentina, exacerbada por las políticas de ajuste económico y la devaluación extrema implementadas por Javier Milei. Con una devaluación del 118.3% y el mayor ajuste económico de la historia, según sus propias palabras, la recesión que vivimos es profunda y de largo alcance.
Las estadísticas del INDEC revelan una realidad compleja y multifacética que desafía las simplificaciones del discurso oficial. No todos los salarios crecen al mismo ritmo, y el índice total de salarios, aunque útil, agrupa ingresos muy dispares, creando una imagen distorsionada de la realidad económica.
Los salarios privados registrados, que alcanzan a solo el 31% de los trabajadores, han visto un aumento nominal del 101.5% desde diciembre de 2023 hasta mayo de 2024.
Sin embargo, este crecimiento no es suficiente para contrarrestar la inflación del 115.7% en el mismo período, resultando en una pérdida de poder adquisitivo.
Los empleados públicos, que representan el 17% de los ocupados, tuvieron una mejora del 75.9%, quedando significativamente rezagados respecto a los trabajadores privados.
Pero la situación más crítica se observa en los asalariados informales, que constituyen el 50% del mercado laboral. Con un aumento nominal del 67.4%, estos trabajadores se enfrentan a una pérdida masiva de poder adquisitivo, agravando la precariedad en la que viven.
El impacto de esta desigualdad salarial es evidente en el consumo.
Según el INDEC, el consumo privado retrocedió un 6.7% en el primer trimestre de 2024 respecto del mismo período de 2023.
Informes de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios y la CAME confirman una caída significativa en las ventas y el consumo, con descensos de hasta el 26.6% en alimentos y bebidas.
Esta reducción en el consumo no solo refleja la pérdida de poder adquisitivo, sino que también señala una recesión que afecta profundamente la actividad económica.
El ministro Luis Caputo, en un intento de pintar un panorama más optimista, ha afirmado que “la economía está empezando a crecer”. Sin embargo, los datos del INDEC muestran una realidad muy diferente: la industria manufacturera, la construcción y el comercio han acumulado meses consecutivos de declive, arrastrando consigo miles de empleos y contribuyendo a una contracción significativa del PBI.
Las tensiones aumentan ante medidas como la reforma laboral, la prohibición del derecho a huelga y los recortes en programas sociales.
La tensión entre el gobierno y los gobernadores provinciales amenaza con generar una crisis política que podría desestabilizar aún más la situación.
La consecuencia más grave de esta recesión inducida es el aumento alarmante de la pobreza. Según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, la pobreza ha saltado al 54.9%, afectando a 25 millones de personas. La pobreza infantil roza el 70%, una cifra devastadora que refleja el fracaso de las políticas de ajuste y la urgencia de un cambio de rumbo.
En este Día de San Cayetano, es imperativo repensar un modelo económico que está generando más pobreza y desigualdad.
La promesa de prosperidad a través del ajuste brutal no se está materializando.
Es momento de buscar alternativas que prioricen el bienestar de la mayoría y no solo los intereses de unos pocos.
La realidad económica de Argentina requiere un enfoque que priorice el bienestar de todos los ciudadanos, promoviendo políticas inclusivas que fomenten el crecimiento sostenible y la justicia social. Solo así podremos superar esta crisis y construir un futuro más equitativo y próspero para todos.