«Bien común y justicia social: reflexiones sobre su evolución» – Por Raul Ayala

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La búsqueda del bien común ha sido una constante en el pensamiento filosófico y político desde tiempos antiguos.

Desde Aristóteles hasta Santo Tomás de Aquino, grandes pensadores han reflexionado sobre cómo lograr una sociedad justa y equitativa, aunque el término «justicia social» como lo entendemos hoy no existiera en sus tiempos.

Estos conceptos, aunque distintos en su desarrollo histórico y contexto, comparten una preocupación fundamental: la construcción de una sociedad donde todos los miembros puedan prosperar y vivir con dignidad.

Aristóteles, en su obra «Ética a Nicómaco,» define la justicia como una virtud que se manifiesta en la distribución equitativa de recursos y honores dentro de la comunidad.
Para él, el bien común era el objetivo último de la política, y la justicia era el medio para alcanzarlo.

 

Sin embargo, su enfoque estaba profundamente influenciado por la estructura jerárquica de la sociedad griega, donde la igualdad no significaba una distribución uniforme, sino una asignación proporcional basada en el mérito y la función social de cada individuo.

Por otro lado, Santo Tomás de Aquino, inspirado tanto por Aristóteles como por la doctrina cristiana, introduce una dimensión teológica a la discusión sobre el bien común. Para Aquino, la justicia se fundamenta en la ley natural y divina, y el bien común no solo incluye el bienestar material, sino también el espiritual.

La caridad y la solidaridad se convierten en pilares fundamentales para la consecución de este bien común, subrayando la dignidad intrínseca de cada ser humano como imagen de Dios.

Hoy en día, el concepto de justicia social ha evolucionado para incluir una amplia gama de preocupaciones relacionadas con la equidad, los derechos humanos y la redistribución de recursos. A diferencia de los tiempos de Aristóteles y Aquino, vivimos en un mundo donde la industrialización, la globalización y la tecnología han transformado radicalmente las estructuras sociales y económicas.

La justicia social ahora se centra en abordar las desigualdades sistémicas y estructurales que perpetúan la pobreza, la discriminación y la exclusión.

Sin embargo, en esta transición, no debemos perder de vista las lecciones del pasado. La justicia social moderna, con su énfasis en la equidad y los derechos, puede beneficiarse de una comprensión profunda del bien común como un objetivo compartido y trascendente.
La solidaridad y la responsabilidad mutua, conceptos destacados tanto por Aristóteles como por Aquino, siguen siendo fundamentales para construir una sociedad verdaderamente justa.

En un mundo cada vez más dividido por líneas económicas, sociales y políticas, es esencial reflexionar sobre cómo podemos integrar estas nociones clásicas en nuestras luchas contemporáneas por la justicia social.

Al hacerlo, no solo honramos el legado intelectual de estos grandes pensadores, sino que también fortalecemos nuestra capacidad para enfrentar los desafíos de hoy con una visión más holística y humana.

En última instancia, el bien común y la justicia social no son conceptos en competencia, sino complementarios. Ambos buscan, en su esencia, una sociedad donde cada persona pueda realizar su potencial y vivir con dignidad.

Al unir estas ideas, podemos avanzar hacia una sociedad más equitativa, justa y verdaderamente solidaria.

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