En medio de una coyuntura política y social marcada por la incertidumbre y el cambio, la crisis de las ideologías y el desvanecimiento de los partidos políticos tradicionales se presentan como fenómenos ineludibles que demandan una profunda reflexión.
Filósofos y pensadores contemporáneos, como Slavoj Zizek, han puesto sobre la mesa la interrogante sobre el estado de las ideologías en el mundo actual. ¿Qué ha pasado con las grandes narrativas políticas que alguna vez movilizaron a las masas y orientaron el curso de la historia? ¿Cómo es posible que en la era de la información y la globalización, las ideologías parezcan desvanecerse ante el pragmatismo y el voluntarismo político?
En Argentina, esta crisis se manifiesta de manera palpable en el devenir de los partidos políticos que alguna vez dominaron la escena nacional. La Unión Cívica Radical (UCR), un partido histórico que en su momento obtuvo el poder en reiteradas ocasiones, hoy se encuentra relegado a un segundo plano, sirviendo como apéndice de un partido municipal, el Partido Republicano (PRO).
Por su parte, el justicialismo, autodenominado como movimiento político, atraviesa una profunda crisis de identidad.
En el regreso democrático, ha oscilado entre posturas políticas divergentes, desde el neoliberalismo durante la presidencia de Menem, hasta un discurso de izquierda con Cristina Kirchner.
Sin embargo, carece de figuras que encarnen su pensamiento de «comunidad organizada» y sus ideales de justicia social.
La corrupción de los dirigentes políticos de todos los partidos, también ha minado la credibilidad del peronismo, llevándolo por un camino que podría equipararse al declive del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México.
Este partido, que una vez dominó la política mexicana durante casi 80 años, ha experimentado una decadencia significativa debido a una serie de escándalos de corrupción y una pérdida de conexión con la ciudadanía.
En este contexto, la política parece haber dejado de lado sus fundamentos ideológicos para convertirse en un mero plan de negocios, donde los intereses personales y corporativos prevalecen sobre el bienestar colectivo.
Como señalaba el personaje interpretado por Brad Pitt en la película «Mátalos Suavemente»: «Amigo mío, en América estás solo. América no es un país. Solo es un negocio. Así que paga, hijo de puta.»
Estas palabras encapsulan la realidad de una sociedad donde los valores democráticos y la solidaridad parecen haber sido suplantados por el individualismo y la búsqueda desenfrenada de beneficios personales.
En medio de esta crisis de valores y representación política, es urgente reimaginar un sistema que restablezca la confianza en las instituciones democráticas y promueva un verdadero sentido de comunidad y justicia social.
Para lo contrario, están los Milei.