Milei mintió. El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) analizó la composición del Gobierno de Milei y su promesa de acabar con la ‘Casta’ en Argentina. Lo que deriva es que la hay un gran porcentaje de la denominada «vieja política».
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) detalló la composicion «casta». el gobierno de Javier Milei, según lo definido por el propio presidente en su discurso político durante la campaña. Es que la noción de «casta» ha sido utilizada por el líder de La Libertad Avanza para denunciar la persistencia de la misma élite política que ha gobernado Argentina durante años, responsabilizándola del actual estado de crisis en el país.
En un artículo publicado por Alfredo Serrano Mancilla y Mariana Dondo se explica que a pesar de su promesa electoral de erradicar esta «casta» para transformar la nación, un análisis de CELAG DATA revela que el gobierno de Milei no ha logrado cumplir con su promesa. La investigación se basa en una amplia muestra que abarca ministros, secretarios, voceros presidenciales, procuradores y directores de instituciones públicas clave, entre otros cargos de alto nivel.
Siguiendo la doctrina de Milei, se considera como parte de la «casta» a aquellos que hayan tenido involucramiento previo en la llamada «Vieja Política»: ya sea ocupando cargos públicos en el Ejecutivo, Legislativo o Judicial a nivel nacional, provincial o municipal, o desempeñando roles de responsabilidad en partidos políticos anteriores al surgimiento de La Libertad Avanza.
Los resultados revelan que el 70,5% de los miembros del gobierno de Milei provienen de esta «casta», lo que significa que siete de cada diez integrantes de su equipo son considerados como tales según su propia definición. Entre estos funcionarios «castosos» se destacan figuras como Scioli, Bullrich, Caputo, Sturzenegger, Barra, Cima, Tillard y Di Chiaro, quienes han tenido múltiples participaciones en periodos de gestión anteriores.
De esta forma, este alto índice de «casta» en el gobierno de Milei contradice su discurso anti-establishment y plantea interrogantes sobre la coherencia entre sus palabras y sus acciones políticas, demostrando que la realidad desafía el relato propagandístico.