La experiencia de Grafton en Estados Unidos, donde se intentó llevar a cabo un experimento anarco-capitalista, debería servir como una advertencia seria para aquellos que respaldan ideas extremas como las propuestas del candidato presidencial Javier Milei. En un principio, el proyecto parecía prometedor, con un grupo de libertarios que se trasladó a Grafton con la intención de demostrar cómo sería la vida en un mundo sin Estado. Sin embargo, a medida que se implementaron medidas extremas, la situación se deterioró rápidamente.
Siguiendo una línea de pensamiento similar a las propuestas de Milei, los libertarios redujeron drásticamente el presupuesto del sector público y disminuyeron la inversión en servicios públicos esenciales, como la iluminación, las calles y la recolección de basura. Argumentaban que la sociedad podría autorregularse y asumir estos costos de manera individual. Además, recortaron fondos para la policía, alegando que no había necesidad de una fuerte presencia policial. Sin embargo, estos recortes llevaron al colapso de los servicios públicos, aumentaron la inseguridad y provocaron problemas de higiene urbana.
La situación empeoró aún más cuando la falta de control y gestión estatal llevó a una invasión de osos en Grafton, lo que generó un problema inesperado y peligroso. A pesar de las creencias en la «mano invisible» del mercado, la realidad demostró que la ausencia de regulación estatal no llevó al florecimiento y la autorregulación de la sociedad.
Finalmente, en 2016, el Proyecto Pueblo Libre había fracasado, y muchos de los libertarios abandonaron Grafton. Esta experiencia demuestra que las ideas extremas de eliminar por completo el Estado pueden tener consecuencias desastrosas en la vida cotidiana de la población.
Aunque la ironía podría encontrarse en la alianza de Milei con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Esta alianza podría ser vista como un intento de equilibrar sus propuestas extremas y evitar caer en situaciones similares a las de Grafton. Aún así, es fundamental que Milei y sus votantes consideren seriamente las lecciones que nos ofrece la experiencia de Grafton antes de respaldar cambios drásticos en la estructura del Estado. *Raúl Ayala