* Raúl Ayala
Introducción
La obra de Hannah Arendt y Carl Schmitt ofrece dos de las visiones más profundas sobre la política en el siglo XX. Mientras Arendt defiende un espacio público de pluralidad y acción política, Schmitt subraya el conflicto y la distinción amigo-enemigo como la esencia de lo político.
En la Argentina actual, bajo la gestión de Javier Milei, observamos un escenario donde la política parece haberse reducido a un brutal ajuste económico, acompañado de un desdén por las instituciones republicanas y una peligrosa radicalización del discurso de confrontación.
Este ensayo explora cómo Arendt y Schmitt interpretarían la realidad política argentina contemporánea, teniendo en cuenta conceptos clave como la banalidad del mal, la acción política y el conflicto, destacando también la insatisfacción democrática, el fin de las grandes narrativas y el sometimiento consciente a un sistema que muchos eligen pese al sufrimiento que conlleva.
Hannah Arendt: La desaparición de la política y la banalidad del mal
En «La condición humana» (1958), Arendt describe la política como el espacio en el que los seres humanos pueden actuar y deliberar colectivamente, ejerciendo su libertad y pluralidad. Para ella, la política es el lugar donde los individuos trascienden las preocupaciones materiales para participar activamente en la creación de un mundo común. En la Argentina de Milei, Arendt señalaría una despolitización alarmante, donde las decisiones económicas prevalecen sobre el espacio de acción colectiva.
Milei ha reducido la política a la gestión económica tecnocrática, eliminando el debate y el ejercicio de la libertad política.
El concepto de la banalidad del mal, desarrollado por Arendt durante el juicio a Adolf Eichmann, ofrece una reflexión clave para entender el impacto de las políticas tecnocráticas de Milei.
Arendt sugirió que el mal puede ser cometido sin intenciones maliciosas, sino simplemente por irreflexión.
En este contexto, el ajuste económico brutal de Milei podría ser visto como una aplicación fría y despersonalizada de políticas que ignoran los sufrimientos humanos, ejecutadas por burócratas que no reflexionan sobre sus consecuencias.
Esta indiferencia hacia el dolor humano refleja lo que Arendt llamó la banalidad del mal: la capacidad de actuar de manera inmoral bajo la apariencia de cumplir con una necesidad técnica.
Carl Schmitt: El conflicto político y el peligro de la radicalización extrema
Para Carl Schmitt, la política es inseparable del conflicto; la distinción entre amigo y enemigo es lo que define lo político.
En su obra, Schmitt sostiene que el Estado es soberano cuando puede decidir en momentos de excepción, preservando el orden ante una crisis.
Schmitt vería en Milei a un líder que utiliza la polarización política para consolidar su poder, identificando a enemigos, tanto internos como externos, del progreso económico. Sin embargo, es importante subrayar que Schmitt no abogaba por un conflicto llevado al extremo que pudiera destruir el Estado o generar caos.
El uso del discurso anti-institucional por parte de Milei, que critica constantemente al Congreso, la Justicia y otras instituciones republicanas, podría ser interpretado por Schmitt como una radicalización peligrosa que pone en riesgo el orden soberano.
Schmitt reconocía el conflicto como inherente a la política, pero siempre con el objetivo de preservar la unidad política. Si el conflicto se lleva al extremo, podría conducir a la desintegración del Estado mismo.
Insatisfacción democrática, ideología y el fin de las grandes narrativas
En el marco de la Argentina actual, no podemos ignorar la insatisfacción democrática que ha abonado el terreno para la llegada de figuras como Javier Milei. La teoría de Claude Lefort, que describe la democracia como un espacio vacío donde el poder no está encarnado por nadie, permite entender cómo, en tiempos de crisis, surge la tentación de buscar líderes carismáticos que llenan ese vacío.
La incapacidad de los gobiernos anteriores para resolver problemas estructurales generó un vacío de confianza, y Milei emerge como una figura que promete romper con todo.
Además, el filósofo Jean-François Lyotard, en su obra «La condición postmoderna» (1979), introduce el concepto del fin de las grandes narrativas, explicando cómo en la sociedad contemporánea han caído las ideologías que antes otorgaban sentido a la política. El marxismo, el liberalismo clásico, y otras grandes teorías ya no explican la totalidad de los fenómenos sociales.
Milei, en lugar de adherir a una narrativa política tradicional, se presenta como un destructor del sistema, apelando a una lógica de ruptura que, para muchos, es más atractiva que las promesas vacías de los partidos tradicionales.
Esta fragmentación de las narrativas políticas crea una situación en la que el electorado busca desesperadamente una respuesta simple a problemas complejos, lo que explica en parte la adhesión a líderes disruptivos como Milei.
El sometimiento consciente a políticas que dañan a quienes las apoyan también puede ser comprendido a través del concepto de «servidumbre voluntaria» de Étienne de La Boétie, desarrollado en su obra «Discurso sobre la servidumbre voluntaria» (1548). La Boétie señalaba que los pueblos a menudo se someten a sistemas opresivos porque encuentran consuelo en la familiaridad de la opresión o porque temen el caos que traería el cambio.
En el caso de Milei, muchos de sus seguidores podrían aceptar políticas que los empobrecen o los perjudican porque creen que las alternativas no son mejores, o porque, como señala el filósofo Slavoj Žižek, aceptan la ideología como una forma de evitar enfrentarse a la incertidumbre de una verdadera libertad política. Este sometimiento puede también explicarse por la incapacidad de imaginar otro futuro, lo que lleva a la aceptación de un líder que promete derrumbar lo conocido, aunque ello implique consecuencias negativas.
Kierkegaard y la imposibilidad del salto de fe en un contexto de creciente secularización
En el marco de esta discusión, es relevante traer a Søren Kierkegaard. Kierkegaard, filósofo existencialista danés, habló del salto de fe como una decisión que exige angustia y una responsabilidad absoluta. En el contexto contemporáneo, marcado por una creciente secularización, el salto de fe parece cada vez más inalcanzable. La pérdida de las grandes narrativas religiosas y filosóficas ha dejado a muchos en un estado de incertidumbre existencial.
Para muchos votantes de Milei, la angustia de tomar una decisión libre se ve amplificada por la falta de una alternativa política clara en la oposición. Es decir, no solo hay una crisis de fe en lo religioso, sino también una crisis de fe política.
La creciente secularización también ha eliminado la capacidad de muchos para hacer ese salto de fe hacia algo trascendental o transformador. En este vacío, Milei emerge como una figura que promete certidumbres, aunque sean destructivas. Kierkegaard argumentaba que ser verdaderamente libre requiere aceptar la angustia que conlleva la toma de decisiones, pero en el contexto de la Argentina actual, muchos optan por figuras como Milei precisamente porque alivian esa angustia al ofrecer soluciones simples a problemas complejos. Esto también explica por qué tantos votantes continúan apoyando a Milei, a pesar del sufrimiento que sus políticas podrían causar.
Angustia existencial y el rechazo a la libertad
El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre señaló que la libertad conlleva una angustia existencial, porque ser libres implica asumir la responsabilidad por nuestras acciones. En el contexto de la Argentina de Milei, esta angustia podría explicar por qué muchas personas prefieren adherirse a figuras autoritarias que parecen ofrecer certezas, aunque estas certezas impliquen sacrificios económicos y políticos. El miedo a la libertad, como lo describió Erich Fromm, empuja a muchos a buscar líderes que asuman esa responsabilidad por ellos, aliviando así el peso de la decisión individual.
Conclusión
La Argentina bajo Javier Milei presenta un desafío para la democracia y la política contemporánea. Las reflexiones de pensadores como Arendt, Schmitt, Lefort, Lyotard, La Boétie, Kierkegaard y Fromm nos permiten comprender cómo la insatisfacción democrática, el miedo a la libertad y el fin de las grandes narrativas pueden llevar a la aceptación de políticas que, en lugar de emancipar, perpetúan el sufrimiento. Mientras Arendt subrayaría la desaparición de la política como espacio de pluralidad y libertad, Schmitt advertiría sobre los peligros de una polarización extrema que amenaza con destruir el orden soberano. Kierkegaard, por su parte, destacaría la imposibilidad del salto de fe en una sociedad que ha perdido sus grandes narrativas, tanto en lo religioso como en lo político. Esto deja a los ciudadanos atrapados en una angustia existencial sin una salida clara, lo que los lleva a buscar figuras autoritarias que prometen una solución a la crisis, aunque sea una solución destructiva.
Finalmente, Lyotard subrayaría que el fin de las grandes narrativas ha dejado a las sociedades modernas fragmentadas, sin una visión coherente que guíe el debate político, lo que facilita el ascenso de líderes como Milei que apelan a la ruptura total con el sistema sin ofrecer una narrativa alternativa clara.
La Boétie, en su análisis sobre la servidumbre voluntaria, nos recordaría que muchas veces las sociedades se someten a regímenes opresivos por miedo al cambio o por la inercia de lo conocido, perpetuando su sufrimiento al no ver una salida viable a través de las alternativas políticas tradicionales.
En resumen, el ascenso de Javier Milei en Argentina, y el apoyo que recibe a pesar del sufrimiento que generan sus políticas, puede entenderse como el resultado de un proceso más amplio de desafección democrática, pérdida de fe en las instituciones tradicionales, y una crisis existencial que lleva a muchos a buscar soluciones simples en un mundo cada vez más complejo.
La advertencia de todos estos pensadores nos recuerda que la democracia, para mantenerse viva y plural, debe ofrecer espacios de acción política auténtica, deliberación plural, y respuestas coherentes a los desafíos del mundo moderno. Sin estos elementos, el riesgo de caer en la servidumbre voluntaria ante figuras autoritarias se vuelve cada vez más real.