El valor de las ciencias sociales en la era del conocimiento o ¿Un Conicet excluyente? Por Raul Ayala

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En una era marcada por el avance tecnológico y la primacía de las ciencias duras en el financiamiento estatal, es crucial cuestionar si esta inclinación hacia el «monismo» científico, una idea promovida por Auguste Comte, ha tenido consecuencias sociales perjudiciales. El énfasis en las ciencias duras, relegando a menudo a las ciencias sociales, ha fomentado nociones como el darwinismo social de Herbert Spencer, que han llevado a desigualdades y malentendidos en la sociedad.

Auguste Comte, el padre de la sociología, abogó por una jerarquía de ciencias en la que las ciencias sociales ocuparan un lugar central. Sin embargo, en muchos países, el financiamiento estatal tiende a privilegiar las ciencias duras, relegando a las ciencias sociales a un papel secundario. Esta falta de equilibrio ha tenido un impacto negativo en la comprensión y la transformación de la sociedad.

Uno de los efectos más notorios de este monismo científico es la promoción del darwinismo social, una idea propuesta por Herbert Spencer, que intentó aplicar las teorías de Charles Darwin a la sociedad humana. Esta visión reduccionista de la evolución ha llevado a justificaciones injustas de desigualdades económicas y sociales, argumentando que solo los más fuertes deben sobrevivir en la lucha por la supervivencia. Las consecuencias de estas nociones se han sentido en políticas públicas que marginan a los más vulnerables.

Es fundamental recordar que las ciencias sociales no solo son «ciencias», sino también disciplinas necesarias. Estas disciplinas, como la sociología, la psicología, la economía y la antropología, aportan comprensión y contexto a las cuestiones complejas de la sociedad. Ofrecen valiosas perspectivas sobre la psicología humana, la dinámica social, la toma de decisiones y las consecuencias de las políticas gubernamentales.

El equilibrio entre las ciencias duras y las ciencias sociales es esencial para abordar los desafíos contemporáneos, desde el cambio climático y la inteligencia artificial hasta las desigualdades económicas y sociales. La interdisciplinariedad y la colaboración entre ambas áreas son cruciales para abordar cuestiones cruciales en un mundo cada vez más interconectado.
En la era del conocimiento, no podemos dar la espalda a la riqueza de perspectivas que las ciencias sociales ofrecen. Es hora de reconocer el valor de estas disciplinas y garantizar un equilibrio en el financiamiento estatal que refleje la importancia de abordar no solo lo que es medible en términos cuantitativos, sino también lo que es inherentemente humano y social.

Por Raúl Ayala

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