El peligro de la confrontación vacía y la posverdad en la era de las redes – Por Raúl Ayala

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Los recientes comentarios confrontativos de Javier Milei a los gobernadores, advirtiendo «si quieren conflicto, conflicto van a tener», evocan una retórica similar a la barbárica bravuconada de Galtieri durante la última dictadura militar, dirigida a la potencia militar de Inglaterra cuando decidió invadir Malvinas.

 

Esta clase de declaraciones, más propias de una borrachera de poder que de una política racional, revelan un peligroso desdén por el equilibrio y el diálogo constructivo.

Es preocupante observar cómo cada vez más, la comunicación se reduce exclusivamente a las redes sociales, creando una realidad deseada en lugar de reflejar la verdadera diversidad de opiniones.

La consigna de dialogar se vuelve una frase prohibida en la sociedad de la red, donde los algoritmos nos encierran en burbujas de pensamiento que refuerzan nuestros propios prejuicios y supersticiones, como lo señala Jaime Duran Barba, que de eso sabe y mucho.
En lugar de intercambiar ideas, nos aferramos a grupos virtuales que nos proporcionan una sensación de verdad absoluta, sea en apoyo o en oposición a figuras políticas como Milei o líderes como Maduro, Ortega o Bukele.

La figura del líder se ha distorsionado, ya no se valora la capacidad de escuchar y ceder en pos de soluciones colectivas, sino la inflexibilidad en la ignorancia.

Mientras Milei propone la necesidad de alcanzar acuerdos en temas trascendentales, muchos desconocen sus propuestas reales y se sumergen en discusiones estériles sobre quién es más fuerte, en un juego de truco donde la astucia prevalece sobre la razón.
Lamentablemente, las propuestas políticas han sido desplazadas por descalificaciones éticas, contribuyendo al discurso negativo que corroe al sistema democrático.

La desconfianza hacia la clase política se generaliza, aunque esta generalización sea injusta.
Los políticos, al caer en el juego de la descalificación mutua, socavan su propia legitimidad y dañan la democracia.
Si aspiramos a atraer inversión extranjera y mejorar la imagen de nuestro país, debemos reconocer el daño que causa difundir mensajes negativos y destructivos sobre nuestras instituciones.

Milei, al respaldar una rebelión fiscal, está incurriendo en un delito y contribuyendo a la erosión de la confianza en el sistema.

Es hora de dejar de lado los fanatismos y reconocer la importancia del diálogo, la colaboración y la búsqueda de soluciones compartidas.

En política, la posverdad seguirá existiendo, pero es deber tanto de la dirigencia como de la ciudadanía no caer en sus trampas y trabajar por un futuro más justo y equitativo para todos.

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